Testimonios no
cristianos de la existencia de Jesús de Nazareth
No fue considerado
significativo para los historiadores de su tiempo aunque Flavio Josefo y Tácito
se refieren a Cristo en sus escritos
¿Padeció bajo el
poder de Poncio Pilato? De la existencia de Jesús de Nazareth no duda
ningún historiador serio. Para el historiador especializado en culturas
antiguas Michael Grant, ya fallecido, hay más evidencia de que
existió Jesús que la que tenemos de famosos personajes históricos paganos.
También James H. Charlesworth escribió: «Jesús sí existió y sabemos más de él
que de cualquier palestino judío antes del 70 d.C.». E. P. Sanders en «La
figura histórica de Jesús» afirma: «Sabemos mucho sobre Jesús, bastante más que
sobre Juan el Bautista, Teudas, Judas el Galileo y otra de las figuras cuyos
nombre tenemos de aproximadamente la misma fecha y el mismo lugar». y F.F.
Bruce, autor de «¿Son fidedignos los documentos del Nuevo
Testamento?», sostiene que «para un historiador imparcial, la historicidad de
Cristo es tan axiomática como la historicidad de Julio César».
«La muerte en
cruz es el hecho histórico mejor atestiguado de la biografía de Jesús», señala
a ABC Santiago Guijarro, catedrático de Nuevo Testamento de la
Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca.
Jesús no fue
considerado como significativo por los historiadores de su tiempo. Si aparece
en la literatura pagana y judía de la época fue por el empuje de los cristianos
que le siguieron. «Ninguno de los historiadores no cristianos se propuso
escribir una historia de los comienzos del cristianismo, y por esta
razón sólo mencionan los acontecimientos que tenían alguna relevancia para la
historia que estaban contando. Sin embargo, el valor de estos datos
puntuales es muy grande», explica Guijarro en «El relato pre-marcano de la
Pasión y la historia del cristianismo».
El historiador
norteamericano John P. Meier relata en «Un
judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico» cómo «cuando en conversaciones
con gente de la prensa y el libro (...) ésta fue casi invariablemente la
primera pregunta: Pero ¿puede usted probar que existió? Si me es posible
reformular una interrogación tan amplia en una más concreta como «¿Hay pruebas
extrabíblicas en el siglo I d.C. de la existencia de Jesús? Entonces creo que,
gracias a Josefa (Flavio Josefo), la respuesta es sí».
Flavio Josefo (93 d.C.)
El historiador
judío romanizado (37 a 110 d.C.) recoge en el texto conocido como «Testimonium
flavianum» de su libro «Antigüedades judías (91-94)» una
referencia a Jesús que si bien se cree que fue retocada con las frases abajo
entre paréntesis, se considera auténtico: «En aquel tiempo apareció
Jesús, un hombre sabio, (si es lícito llamarlo hombre); porque fue
autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y
atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. (Él era el Mesías) Y cuando
Pilato, a causa de una acusación hecha por los principales de entre nosotros lo
condenó a la cruz, los que antes le habían amado, no dejaron de hacerlo.
(Porque él se les apareció al tercer día de nuevo vivo: los profetas habían
anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él) Y hasta este mismo
día la tribu de los cristianos, llamados así a causa de él, no ha
desaparecido».
En Ant.
20.9.1. También hace referencia a «Jesús, que es llamado Mesías» al dar cuenta
de la condena a Santiago a ser apedreado.
Tácito (116 d.C.)
El historiador
romano (56 a 118 d.C) menciona a «Cristo» en sus «Anales» escritos hacia el año 116 d.C. al
hablar sobre Nerón y el incendio de Roma en el año 64. Informa de la sospecha
que existía de que el propio emperador había ordenado el fuego y recoge cómo
«para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas
más refinadas a aquellos a los que el vulgo llamaba “cristianos”, [un grupo]
odiado por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien
bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada
momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo, no sólo en Judea,
la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde
convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de
todas clases y de todas partes del mundo».
Los
historiadores consideran a Flavio Josefo y Tácito como los testimonios
primitivos independientes relativos al mismo Jesús más consistentes, aunque
también hay otras fuentes que recogen datos sobre los primeros cristianos:
Plinio, el joven (112 d.C.)
Procónsul en
Bitinia del 111 al 113 y sobrino de Plinio el Viejo. Se conservan 10 libros de
cartas que escribió. En la carta 96 del libro 10escribe al emperador Trajano para
preguntarle qué debía hacer con los cristianos, a los que condenaba si eran
denunciados. En ella cita tres veces a Cristo y señala que los cristianos
decían que toda su culpa consistía en reunirse un día antes del alba y cantar
un himno a Cristo «como a un dios»: «Decidí dejar marcharse a los que negasen
haber sido cristianos, cuando repitieron conmigo una fórmula invocando a los
dioses e hicieron la ofrenda de vino e incienso a tu imagen, que a este efecto
y por orden mía había sido traída al tribunal junto con las imágenes de los
dioses, y cuando renegaron de Cristo (Christo male dicere). Otras gentes cuyos
nombres me fueron comunicados por delatores dijeron primero que eran cristianos
y luego lo negaron. Dijeron que habían dejado de ser cristianos dos o tres años
antes, y algunos más de veinte. Todos ellos adoraron tu imagen y las imágenes
de los dioses lo mismo que los otros y renegaron de Cristo. Mantenían que la
sustancia de su culpa consistía sólo en lo siguiente: haberse reunido
regularmente antes de la aurora en un día determinado y haber cantado
antifonalmente un himno a Cristo como a un dios. Carmenque Christo quasi deo
dicere secum invicem. Hacían voto también no de crímenes, sino de guardarse del
robo, la violencia y el adulterio, de no romper ninguna promesa, y de no
retener un depósito cuando se lo reclamen».
Trajano
contestó a Plinio diciéndole que no buscara a los cristianos, pero que, cuando
se les acusara, debían ser castigados a menos que se retractaran.
Suetonio (120 d.C.)
El historiador romano (70-140
d.C.) hace una referencia en su libro «Sobre la vida de los Césares» donde
narra las vidas de los doce primeros emperadores romanos. En el libro V se
refiere a un tal «Chrestus» al mencionar la expulsión de los judíos de
Roma ordenada por el emperador Claudio: «Expulsó de Roma a los judíos que
andaban siempre organizando tumultos por instigación de un tal Chrestus».
La mayoría de
los historiadores coinciden en que Chrestus es Cristo porque era frecuente que
los paganos confundieran Christus y Chrestus y no existe ningún testimonio
sobre ningún Chrestus agitador desconocido.
En los Hechos
de los Apóstoles se recoge este acontecimiento: «[Áquila y Priscila] acababan
de llegar [a Corinto] desde Italia por haber decretado Claudio que todos los
judíos saliesen de Roma».
Luciano (165 d.C.)
El escritor griego Luciano de
Samosata satiriza a los cristianos en su obra «La muerte de Peregrino»:
«Consideraron a Peregrino un dios, un legislador y le escogieron como patrón…, sólo
inferior al hombre de Palestina que fue crucificado por haber introducido esta
nueva religión en la vida de los hombres (...) Su primer legislador
les convenció de que eran inmortales y que serían todos hermanos si negaban los
dioses griegos y daban culto a aquel sofista crucificado, viviendo según sus
leyes».
Mara Bar Sarapión (Finales del siglo I)
Existe una carta de Mara Ben
Sarapión en sirio a su hijo en la que se refiere así a Jesús, aunque no lo
menciona por su nombre: «¿Qué provecho obtuvieron los atenienses al dar muerte
a Sócrates, delito que hubieron de pagar con carestías y pestes? ¿O los
habitantes de Samos al quemar a Pitágoras, si su país quedó pronto anegado en
arena? ¿O los hebreos al ejecutar a su sabio rey, si al poco se vieron
despojados de su reino? Un dios de justicia vengó a aquellos tres sabios.
Los atenienses murieron de hambre; a los de Samos se los tragó el mar; los
hebreos fueron muertos o expulsados de su tierra para vivir dispersos por
doquier. Sócrates no murió gracias a Platón; tampoco Pitágoras a causa de la
estatua de Era; ni el rey sabio gracias a las nuevas leyes por él promulgadas».
Celso (175 d.C.)
En «Doctrina verdadera» ataca a
los cristianos. Aunque no se conserva su libro, sí muchas de sus citas por la
refutación que escribió Orígenes unos 70 años después.
«Colgado» en el Talmud
El gran erudito judío Joseph
Klausner ya escribió a principios del s. XX que las poquísimas referencias del
Talmud a Jesús son de escaso valor histórico. En el tratado Sanhedrin 43a se
menciona a «Yeshú»: «Antes pregonó un heraldo. Por tanto, sólo (inmediatamente)
antes, pero no más tiempo atrás. En efecto contra esto se enseña: En la víspera
de la pascua se colgó a Jesús. Cuarenta días antes había pregonado el heraldo: Será
apedreado, porque ha practicado la hechicería y ha seducido a Israel,
haciéndole apostatar. El que tenga que decir algo en su defensa, venga y dígalo.
Pero como no se alegó nada en su defensa, se le colgó en la víspera de la
fiesta de la pascua».
«Muy probablemente el texto
talmúdico se limita a reaccionar contra la tradición evangélica», considera John
P. Meier en «Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico»